03 abril, 2008

Parecía muerta

Parecía muerta... tirada en la arena, boca arriba, inmóvil. Sus ropas sucias, viejas y mal olientes le daban un aire vagabundo y de profundo abandono. Tenía una maleta. Me llamó profundamente la atención y pensé por un momento que era viajera y que tal vez viajaba, porque no tenía casa, tampoco un destino y que su ruta interminable era su vida y su todo. Pensé también que murió de hambre, de soledad y de sobredosis por alguna droga. Sin embargo, abrió los ojos y cambió de posición. Vivía. Pero parecía muerta.

Todo en ella era peculiar y llamativo. Cabellos rubios, más bien platinados, desordenados en un moño enmarañado. Nunca pude saber si realmente era su pelo o si se trataba de una peluca, pero contrastaba fuertemente con su piel morena, de raza africana... seguimos caminando y la perdí de vista, mas se había despertado en mí una tremenda curiosidad.

Corría viento. Pese al clima caribeño sentí algo de frío, decidimos tomar un café. Grande fue mi sorpresa al descubrir a la misteriosa mujer en la cafetería. Llevaba consigo la maleta que días atrás vi en la playa. Me impactó su cara, exageradamente maquillada, con sombra intensa en los ojos, labial rojizo y una mezcla de ambos distribuida en forma irregular por sus mejillas. En sus orejas colgaban una especie de collares, perlas plásticas de color morado intenso, hacían las veces de aros, que de tanto en tanto, ella acomodaba.

Hablaba sola, parecía también leer el diario y anotar con un lápiz rosa en una bolsa de papel. Sutilmente, me acerqué para lograr divisar sus escritos, pensando tal vez descubrir alguna clave que explicara ese extraño actuar... sólo encontré números. Números y números agrupados en una especie de columna.

Me dio pena. Se sentía hermosa e inteligente, radiante. Aparentaba saberlo todo, jugaba a ser como los demás. Pero estaba perdida, más bien ausente. Su mente divagaba por lugares insospechados, por sitios que jamás conoceré. Tenía tanta curiosidad por conocer su mundo, su historia...

Tuve miedo. Nunca me atreví a hablarle. La morena platinada estuvo todo el día fingiendo leer el diario, sacando cálculos imaginarios y hablando consigo misma en voz alta. Quise fotografiarla, retratarla para comprobrar su existencia. No me atreví. Él y yo seguimos nuestro camino, tomados de la mano, hablamos de ella, de su locura y nunca más la volvimos a ver.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mmmm... un buen persnaje sumido en el mundo de arena y demasiado sol.... me gustó!!!!! un besoooooooooooo y mil cariños!

Anónimo dijo...

fran......... el cambio de colores es casi como y tus bromas...... casi no se nota!!!!!! pero ta lindo el blog...cambiaste las letras?

eso

ange hormonal y agradece que aún te kera como amiga después de que me recomendaste y tomar tapsin periodo!!!!!!!!!!!!!

jajajajajajaja

te keru

y keru tu vino!!!!!!!

besis

ah1

y cuál es tu día feliz? cuándo es? jajajaajajajajaj

besitoooooooooooooooooooooo